"Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos." (GOETHE)

miércoles, 14 de julio de 2010

CUESTIONES MORALES

¿Libre o Reprimido?

En todos los espacios de la vida humana respecto a las relaciones comunitarias, sociales, familiares, religiosas, etc. Se ha hecho énfasis en el tema de la moral, y por qué no decirlo, ha sido motivo de estudios bastante rigurosos y que en ocasiones pretenden desde una posición subjetiva crear nuevos pensamientos.

Vale la pena entonces, abordar este asunto asumiendo una postura crítica y reflexiva que, de pie a unas cuestiones profundas de las que se puedan inferir algunos criterios humanos y realistas.

Generalmente, cuando escuchamos hablar de moral o simplemente pensamos en este nombre, inmediatamente nos remitimos a unos comportamientos que frecuentemente adoptamos a partir de una formación normativa.

Cabe señalar que a lo largo de la historia, se ha venido hablando de unas acciones o comportamientos que determinan una inclusión o exclusión de la persona, lo cual resultaría paradójico frente a la libertad y la autonomía.

¿Tiene que ver esto con nuestra poca madurez espiritual y humana?

No cabe duda de que muchas veces el ser humano se siente condicionado para vivir una experiencia de autorrealización ya que se ve obligado a responder con comportamientos que le permitan ser aceptado por Dios, por las personas y hasta por él mismo. Entonces lo que llamamos moral que se enmarca en unas reglas y normas externas, aleja a la persona de la realidad de su ser y, en efecto, le impide descubrirse a sí mismo y descubrir el don Divino. Y habría que decir abiertamente que se trata de una situación que ocasiona choques y frustraciones internas ya que originan unos bloqueos de –lo que soy, lo que piensan y lo que aparento ser-Cuando la persona comienza a entrar inconsciente o conscientemente en estos prejuicios, siente con frecuencia inconformidad con su realidad y termina inmerso en un caos de represión.

Dentro de este marco ha de considerarse, que los seres humanos somos caracterizados por la tendencia a las aprobaciones y no en vano se podría hacer un pare para pensar que es este uno de los factores que influyen en la ausencia de espontaneidad y autenticidad. Tales son algunos de los casos, por ejemplo: alguien muy importante para nosotros nos dice: “¡como te queda de bonito ese vestido!” y mañana, la misma persona nos dice “¡eres una vulgar por usando ese vestido, debería darte vergüenza!”. No es fantasía afirmar que la persona que vive este tipo de experiencia se siente fracasada, puesto que su mayor anhelo es quedar bien ante todas las situaciones. Vivir de las aprobaciones es uno de los peores peligros.

Independientemente de este y otros ejemplos, se recalca que la búsqueda obsesiva de la moral no sería más que la imposición de comportamientos que se adjudican para estar bien externamente. Ante esto se podría decir que se produce un desorden ya que al no responder la persona a condicionamientos externos, termina reaccionando de manera opuesta a lo que realmente es la moral.

Ahora, por lo dicho anteriormente, no se debe rotular la moral como una actitud de sublimación. Al contrario, es necesario dejar claro que ésta es satisfactoria cuando se vive desde la convicción de la propia personalidad teniendo en cuenta las fortalezas y falencias que motivan a la aceptación transparente y a la superación responsable.

Cuando la persona se descubre así misma e intenta purificarse desde su propia humanidad, puede descubrir a un Dios que le ama inmensamente a pesar de las debilidades. Así mismo podrá adoptar un sin número de virtudes ya que procura conservar lo bueno que tiene y a superar lo que no es tan positivo y seguramente se daría la oportunidad de vivir el gozo y la alegría de una existencia sin escrúpulos y absolutismos. Entonces el religioso comprendería que a Dios se encuentra incluso en los fangos y que nunca deja de amar pero que espera que nos abramos a su infinito amor. El estudiante aceptaría perder un examen. Los hijos serían responsables no por la recepción de un afecto. Los súbditos asumirían su espacio sin que sus acciones sean aprobadas o no por su autoridad. De esta manera podría hablarse de una moral no por condiciones externas sino por la convicción de un comportamiento que humaniza y trasciende.